Fuente:
http://www.infoarda.org.ar
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“Soy adicto”
es la expresión con que al presentarse un sujeto
pretende escabullirse. Es la respuesta anticipada, como
toda respuesta, por la vía de lo que Miller llama la
Identificación bruta (masiva) al significante;
esto es: un sujeto identificado a un significante en
posición de objeto (no de objeto causa), con el fin de
volver consistente al Otro y accediendo así a una
modalidad particular de recuperación de goce.
Si, como dice Lacan,
el objeto a en su función de plus de gozar es lo que permite
unificar al sujeto como sujeto de un discurso en el nivel
preconsciente, vemos que este yo se fija
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ahí para hacer consistente un ser como respuesta que
intenta desconocer una verdad de la estructura: “al sujeto le
falta el ser”.
O, lo que es lo mismo, no existe un “yo soy” que colme al
sujeto. Las desgracias del ser, como podrá anticiparse, vendrán
en su auxilio.
Cuando esta alienación es a un significante que le viene del
discurso médico-legal, como en el caso del “soy adicto” o del
“soy drogadicto”, estamos frente a la puesta en forma de lo que
llamamos el Sujeto de la referencia Social.
Sujeto éste que especulariza los discursos, donde el decirse
adicto o toxicómano no es diferente de lo que ello quiere decir
tanto para las ciencias médicas como para el derecho penal.
¿No estaremos, pues, frente a un sujeto identificado a un
significante que funciona como signo; es decir, que intenta
apuntalar su univocidad aparente, que le congela un ser?
Creemos que en este caso, el Sujeto de la referencia Social es
el efecto sujeto de la identificación masiva al significante
“soy adicto”.
Este Sujeto de la referencia Social es, ya se trate de un una
referencia massmediática, un cuadro nosológico o de una
tipificación penal, un sujeto históricamente determinado por los
ideales y la moral de una época. Es el efecto directo que en la
época actual produce el discurso de la ciencia, basado en la
idea que el conocimiento le permitirá acceder al yo del sujeto a
un estado de plena conciencia; vía por la cual se llegaría así a
suturar la hiancia que existe entre yo, conciencia y sujeto.
Esta operación lo que vela es el envés de sombra del sujeto del
inconsciente. El “adicto” aparece entonces como el envés de
sombra del sujeto consumidor. Es un individuo, en tanto que
indiviso, que se presenta alienado a la demanda del Otro social.
“Soy adicto” lo ubica, por un lado, con relación a la ley del
Código Penal como delincuente; y, por otro, con relación a la
semiología médica, como enfermo.
Esto también implica
que varios adictos, anclados en esta identificación, se definan
como aquellos que han hecho de la adicción el tema de su
existencia en el espacio social. En una mesa redonda dictada en
el marco de una actividad de la Sociedad Argentina de
Psicopatología, el Dr. Alejandro Ariel señalaba que ésta podría
considerarse como “una diferencia bastante clara entre el adicto
y el consumidor: el consumidor es el que consume la droga pero
no ha hecho de ella su existencia en el espacio social.”
Es momento, pues, de preguntarnos ¿cuál es la idea de la
adicción que aparece en el discurso de los sujetos identificados
al “soy adicto”? ¿Qué idea tienen los autodenominados adictos
del objeto droga, y qué categoría le asignan en su acto
adictivo?
Nos surgen, en este punto algunos interrogantes: ¿el
conocimiento engendrado por algunos médicos, psiquiatras y
psicólogos respecto de un tratamiento -o de varios tratamientos-
de la psique como un órgano infectado por una sustancia no es de
la misma índole que el enunciado por ciertos sujetos que se
reconocen en el “soy adicto”? Tanto unos como otros, ¿no se ven
atrapados en una tentativa de anulación de la subjetividad en su
relación con el lenguaje, para consagrar la omnipotencia de la
sustancia?
Nuestra experiencia en la clínica psicopatológica nos demuestra
que respecto del objeto droga, este tipo de pacientes tiene un
discurso especular al del médico. Esto aparece desde el comienzo
mismo de cualquier consulta en la que un sujeto es llevado a dar
cuenta de su “ser adicto”: muchas veces no hace sino mencionar
como causa principal las propiedades farmacodinámicas de la
droga, intentando al igual que el médico, dejar de lado todo lo
que concierne a su historia y su subjetividad, o pasa a enunciar
esto último tan sólo como un elemento complementario de valor
secundario.
El simulacro de
sustancialización
al que los pacientes identificados al “soy adicto” reducen su
sufrimiento y su placer no es sólo un mecanismo defensivo
mediante el cual intenta huir de sus conflictos, sino -al decir
de Vera Ocampo- uno de los resortes de la problemática
toxicomaníaca. Cuando uno de esos pacientes habla con
expresiones del tipo "el ácido sube", "cómo me pegó el porro",
"el ácido me abre la conciencia", “la blanca me pone reduro”,
etc., coincide directamente con el punto de vista de las
ciencias positivas ya que en ambos discursos la actividad
corresponde a la droga, mientras que el sujeto queda relegado a
la pasividad, como desposeído de su acto a favor de una
biologización massmediática del poder objetivante de la droga.
En cuanto al
estereotipo social de los adictos, por otra parte, también
registramos ciertos movimientos especulares: "A una
determinación social que, entre otras cosas, diseña la figura
del adicto -sostiene Le Poulichet-, y a la determinación
jurídica que obliga a atenderse a quienes quieren escapar de la
cárcel, hace eco esta forma de asimilación de los sujetos a su
propio vínculo con la droga. Es notable que ciertos toxicómanos
se aferren ellos mismos a esta creencia en un flagelo del que
serían las víctimas, y de ese modo alimenten su propio
estereotipo, su propia figura normativa. Algunos se presentan
entonces, como ya desposeídos de sus actos, opciones o síntomas,
a partir del momento en que existen clisés y leyes para asignar
una racionalidad a esta anomalía.".
Miller, J. A.; “Para una investigación sobre el goce
autoerótico”. En Sujeto, Goce y Modernidad - Fundamentos
de la clínica, Toxicomanía y Alcoholismo, Instituto del
Campo Freudiano, Atuel - TyA, Buenos Aires, 1993.-
“Es esta imagen, yo ideal, la que se fija desde el punto
en que el sujeto se detiene como ideal del yo. El yo es
desde ese momento función de dominio, juego de
prestancia, rivalidad constituida. En la captura que
experimenta de su naturaleza imaginaria… implicado como
lo está en el desconocimiento en que se inauguran las
identificaciones del yo.” Lacan, Jacques; "Subversión
del sujeto..." Escritos 2, De. Siglo XXI, pág. 502.-
Tal como lo recuerda Colette Soler en su Seminario del
Campo Freudiano en Barcelona.
Ariel, Alejandro; Conferencia pronunciada en la mesa
redonda “El médico y las patologías del consumo” de la
Sociedad Argentina de Psicopatología, Buenos Aires, 14
de junio de 1995. Inédito.-
Vera Ocampo: Droga, psicoanálisis y toxicomanía - Las
huellas de un encuentro; Ed. Paidós, Biblioteca de
psicología profunda; Buenos Aires, 1988, pág. 46.
Le Poulichet, Sylvie; Toxicomanía y psicoanálisis - Las
narcosis del deseo, Amorrortu editores, Buenos Aires,
1990, pág. 46.